10/05/2018. AGRICULTURA. Girasol
Los nutrientes disponibles generalmente limitan la producción, siendo necesario conocer los requerimientos del cultivo y la oferta del suelo para determinar las necesidades de fertilización. Una de las herramientas más confiables para evaluar los niveles de nutrientes es el análisis de suelo, comenzando con un correcto muestreo de suelos. En este aspecto, se deben seguir ciertas recomendaciones debido a la estratificación superficial de nutrientes y de la materia orgánica en el suelo, que se da luego de algunos años de siembra directa. Aspectos tales como profundidad, momento, frecuencia de muestreo, etc., deben ser tenidos en cuenta, para una correcta estimación de disponibilidad de nutrientes.
En zonas sub-húmedas y semi-áridas, el rendimiento de girasol se relaciona principalmente con la disponibilidad de agua acumulada en el suelo al momento de la siembra y de las precipitaciones durante el ciclo del cultivo (Quiroga y col., 2008). Las mayores respuestas a la fertilización se observan en los sitios de mayor potencial de producción, caracterizados principalmente por presentar alta capacidad de almacenaje de agua.
Cuando se analizan solamente los sitios sin limitaciones hídricas, se comprueba que existe una correlación positiva entre rendimiento y materia orgánica.
Nitrógeno
El nitrógeno (N) es el elemento nutritivo que limita en mayor medida la producción de girasol en la Argentina y se han informado respuestas significativas a la aplicación de fertilizantes nitrogenados en todas las regiones girasoleras. Este elemento tiene un rol fundamental al regular el desarrollo del área foliar y su duración verde durante todo el ciclo del cultivo, en necesario asegurar una adecuada provisión de N antes de la iniciación floral (cuando las hojas pasan de posiciones opuestas a alternas). Esto afecta mayormente al número de granos mientras que las aplicaciones posteriores sólo modificarían parcialmente el peso de los mismos, afectando principalmente su contenido de proteína y disminuyendo su concentración de aceite (Valentinuz, 1999).
En general, los métodos de diagnóstico para la fertilización nitrogenada pretenden predecir la probabilidad de respuesta a partir de la disponibilidad de N en suelo y/o su concentración en planta y el requerimiento previsto para un determinado nivel de rendimiento. Niveles excesivos de N pueden resultar en pérdidas de rendimiento por incidencia de enfermedades y pueden disminuir los contenidos de materia grasa
Los nitratos acumulados en pre-siembra, en los 60 cm superficiales son un buen indicador de la disponibilidad de N para el cultivo. En el Sudeste de Buenos Aires, González Montaner y col. (1995) no encontraron respuestas a la fertilización significativas en suelos con más de 50 kg de N/ha en los 60 cm superficiales. En el oeste de Buenos Aires, Duarte y col. (1999) observaron respuestas económicas al agregado de urea en más del 90% de los sitios en los que los suelos presentaban niveles de N a la siembra menores a 30-40 kg/ha. Los análisis de suelos han mostrado comportamientos adecuados en trabajos realizados en ambientes con suelos someros (Entre Ríos y en el sudeste bonaerense), en los que la profundidad explorable por las raíces era limitada.
La aplicación de la totalidad del N a la siembra implica un alto riesgo por la incertidumbre en la potencialidad de rendimiento (problemas de implantación, competencia con factores bióticos, etc.) y riesgo de que una porción del N pueda perderse por lixiviación (en suelos francos a arenosos). En estas situaciones, la evaluación de la disponibilidad de N en etapas vegetativas tempranas es una herramienta de gran utilidad. En el Oeste Arenoso, Díaz-Zorita y Duarte (1998) encontraron que la concentración de nitratos en la base de pecíolos de la hoja más joven, refleja una medida del estado nutricional del cultivo en estadios vegetativos, pudiéndose emplear como alternativa de diagnóstico. Si la concentración de nitratos es inferior a 2700-3000 ppm de NO3, la probabilidad de respuesta a la fertilización nitrogenada es alta.
Estudios en desarrollo en la región de la Pampa Arenosa muestran que al incrementarse el contenido de N total en el tratamiento testigo (sin fertilización nitrogenada), la respuesta al agregado del N disminuye significativamente. Con concentraciones de N en la planta superiores a 3.5% tampoco se esperarían respuestas al agregado de este nutriente.
Las pérdidas de N por volatilización de amoniaco dependen del contenido de agua del suelo y de la temperatura, las mayores pérdidas ocurren con contenidos de humedad cercanos a capacidad de campo y temperaturas de 25oC o superiores (durante los meses de primavera-verano). Por lo tanto, cuando existen estas condiciones, las alternativas son incorporar el fertilizante, usar fuentes con menores riesgos de pérdidas, o agregar aditivos que reducen las mismas (inhibidores de ureasa, por ejemplo).
Fósforo
El fósforo (P) promueve el desarrollo de raíces, mejora la tasa de implantación, y brinda una mayor tolerancia a sequía. La respuesta del cultivo a la aplicación de P depende no sólo del nivel de P disponible en el suelo, sino también de factores del suelo, del cultivo y del manejo del fertilizante. Entre los factores del suelo, se encuentran el contenido de materia orgánica, el pH, la temperatura y la textura; mientras que entre los factores del cultivo están el nivel de rendimiento y los requerimientos del cultivo. El diagnóstico de la fertilización fosfatada está basado en el análisis de muestras de suelo del horizonte superficial (20 cm) utilizando un extractante adaptado a los suelos del área en evaluación que, en el caso de la Región Pampeana, es el Bray 1.
La dosis de P recomendada depende de la disponibilidad de dicho nutriente en el suelo, del rendimiento objetivo, de la relación de precios grano/fertilizante y del criterio de recomendación del técnico. Respecto a este último aspecto, debe tenerse en cuenta que existen dos criterios de recomendación: el de suficiencia, y el de reconstrucción y mantenimiento. El criterio de suficiencia consiste en aplicar el nivel de nutriente estrictamente necesario para satisfacer las necesidades inmediatas, solamente con niveles de nutrientes por debajo del umbral crítico; mientras que el de reconstrucción y mantenimiento, consiste en aplicar la cantidad de nutriente extraída por el cultivo, más cierta cantidad para elevar el nivel de nutriente del suelo.
La respuesta del cultivo al agregado de P es significativa cuando la disponibilidad en el suelo es inferior a 10-13 ppm, lográndose incrementos medios de 400 kg/ha de grano con aplicaciones de 30-40 kg de P2O5/ha (Duarte, 1998).
La aplicación del fertilizante fosfatado debe realizarse a la siembra o antes de la misma para que el P esté disponible para el cultivo desde la emergencia. La reducida movilidad del P requiere de la aplicación localizada del mismo, especialmente cuando la disponibilidad de dicho nutriente es baja. Sin embargo, si la dosis de fosfato diamónico es superior a 60 kg/ha, se debe separar la aplicación al menos a 2,5 cm de la línea de siembra, dado que los daños fitotóxicos sobre las semillas y plántulas del cultivo pueden afectar significativamente su productividad.
Azufre
Durante las últimas campañas se viene observando un aumento en la cantidad de lotes con respuesta a azufre (S). La determinación de laboratorio usada actualmente no es una herramienta confiable de diagnóstico para la fertilización azufrada, por lo tanto las recomendaciones se basan en caracterizar ambientes con alta probabilidad de respuesta. Debido a que este elemento está muy asociado a la materia orgánica, los ambientes con deficiencia de este nutriente son aquellos que han tenido varios años de labranza, en monocultivo de soja, y suelos arenosos. También, se observan respuestas a S cuando se optimiza la fertilización con N y P, ya que se genera una deficiencia inducida de este nutriente.
Las experiencias de fertilización de cultivos de girasol con fuentes azufradas son menos frecuentes que las observadas en otros cultivos y con resultados variables. Bono y col. (1999), luego de 3 años de estudios de fertilización en la región semiárida pampeana, observaron que para lograr cultivos de girasol de alto rendimiento en el área sur de Córdoba, se requiere de la aplicación conjunta de N, P y S.
Con respecto al manejo del fertilizante azufrado, como se trata de un nutriente con residualidad (2-3 años), su aplicación puede realizarse pensando en la secuencia de cultivos que forman parte de la rotación (al igual que el P).
Otros nutrientes: Boro
El girasol es una planta particularmente sensible a las deficiencias de boro. Recientemente y en sistemas intensivos de producción, se ha reconocido el significativo impacto económico de esta deficiencia. Los síntomas se manifiestan al emerger las plántulas (fallas en el desarrollo y expansión de cotiledones), al aparecer las hojas (pequeñas y deformadas, manchas pardo-rojizas) y durante el desarrollo del cultivo (rotura del tallo y caída de los capítulos, mal llenado de los capítulos, adelantamiento de la madurez, etc.). La fertilización boratada de girasol ha mostrado, en cultivos de alta producción, aumentos en los rendimientos de hasta el 30% sobre los rendimientos sin su aplicación.
Las deficiencias de B se pueden prevenir o corregir tanto por aplicaciones del nutriente al suelo como foliares. La adecuada disponibilidad de este nutriente permite no sólo incrementos en el crecimiento de las plantas y en los rendimientos en grano, sino también y en algunos casos en la concentración de materia grasa del producto cosechado.