El INTA investiga los residuos de pesticidas en las hortalizas más consumidas y recomienda tratamientos domésticos

Es de público conocimiento que a la mayoría de los alimentos de origen vegetal se les aplican productos fitosanitarios para prevenir a los cultivos de plagas y enfermedades. También es sabido que algunos restos de dichos pesticidas pueden permanecer en los alimentos que se compran cotidianamente en un mercado. Lo que no sabemos es cuáles son esos pesticidas y en qué niveles se encuentran esos restos en los alimentos que consumimos.


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El INTA investiga los residuos de pesticidas en las hortalizas más consumidas y recomienda tratamientos domésticos


En la Estación Experimental Agropecuaria de Mendoza del INTA se trabajan líneas de investigación en relación al tema: actualmente, se analiza a campo la curva de degradación de pesticidas en hortalizas, y cómo los diversos tratamientos domésticos pueden ayudar a reducir estos químicos en los vegetales.

La curva de degradación de los pesticidas hace referencia a la representación gráfica de la disminución de las cantidades de químicos sobre los vegetales a lo largo del tiempo. Se analiza a qué velocidad y en qué grado va decreciendo la concentración de los productos fitosanitarios desde el momento de su aplicación para determinar, de esta manera, cuándo el alimento está listo para su consumo según normativas legales. Este lapso de tiempo es conocido como período de carencia. Es importante destacar que, para medir la curva de degradación y el período de carencia, fue necesario tomar muestras a campo en diversas fechas, y analizarlas en laboratorio, para determinar las cantidades de restos químicos sobre los vegetales.

En términos generales, se determinó que el período de carencia del pesticida aplicado sobre las plantas de lechuga es de una semana: a partir del día 7, los niveles de concentración están por debajo de los límites establecidos para el consumo. En el caso de los tomates, luego de los 30 días todos los químicos aplicados durante el experimento quedaron por debajo de los límites máximos permitidos. Cabe destacar que estos resultados fueron obtenidos en base a las circunstancias del ensayo realizado: las cantidades de pesticidas y la frecuencia de aplicación pueden variar según el productor.

Además, se llevaron  a cabo experimentos para determinar cuál de todos los tratamientos que normalmente se les da a dichos alimentos en las cocinas familiares es el más apropiado para aminorar los restos de esos químicos. Por ejemplo, en el caso de la lechuga, se probó lavando cada hoja de la planta bajo el agua del grifo durante cinco segundos. También se probó sumergiendo la planta bajo agua a temperatura ambiente durante cinco minutos.

Cada uno de los experimentos implicó que se probara un tratamiento en una muestra y que, a su vez, se conservara una “muestra testigo” sin tratar. Esto posibilitó que más tarde se realizara una contrastación entre el alimento lavado y el no lavado, y se determinaran los porcentajes de disminución del químico. Un procedimiento similar se llevó a cabo con tomates: se lavaron muestras manualmente durante cinco segundos bajo el agua,  y por otro lado se pelaron otras muestras con cuchillo. También fueron conservadas muestras testigo de tomates.

Con respecto a esto, se concluyó que, en el caso de la lechuga, es preferible el lavado por inmersión que el lavado manual de cada una de las hojas: los restos de carbendazim disminuyen en un 54% con el primer método, mientras que aplicando el segundo, se reducen en un 42%. Respecto al imidacloprid, la reducción es del 51% cuando se sumerge la planta en agua, mientras que con el lavado manual, la disminución es solo del 28%.

 

En el caso de los tomates, se determinó que la mejor opción es pelarlos con un cuchillo, en lugar de lavarlos y consumirlos con piel. En todos los casos, el porcentaje de reducción es mucho mayor con el primer tratamiento; en algunos incluso la concentración de químicos disminuye en más del 90%.

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De algunas de las conclusiones finales a las que llegó el equipo científico se determina que:

– Las curvas de degradación del insecticida (imidacloprid) y del fungicida (carbendazim), en el caso de la lechuga, tuvo una disminución importante de su concentración durante los primeros 7 días de la aplicación, posteriormente la degradación es más lenta. Los niveles de restos encontrados en las muestras estuvieron por debajo de los LMR (límites máximos de residuos) impuestos por SENASA.

 

– Respecto a los tomates: al observar la curva de degradación, se puede apreciar una disminución importante de los residuos del plaguicida clorpirifos en los primeros 7 días luego de su aplicación, posteriormente su ritmo de degradación es más lento. Las concentraciones finales de residuos obtenidos estuvieron muy por debajo de los LMR impuestos por SENASA. Si bien no hubo una gran degradación de los residuos de los insecticidas (imidacloprid, lambdacialotrina, spinosad) y del fungicida (carbendazim) en el tiempo, todos los residuos hallados al momento de cosecha se encontraban por debajo del LMR.

 

– Respecto al ensayo de tratamientos domésticos en lechuga y tomate: el lavado por inmersión es el más efectivoen la disminución de los niveles de residuos de plaguicidas en lechuga. La extracción de la epidermis del tomate (pelarlos) eliminaría casi por completo los restos de los agroquímicos evaluados.

Se puede concluir, que si el productor aplica las Buenas Prácticas Fitosanitarias a campo, respetando los Periodos de Carencia, y el consumidor toma las precauciones de pelar y/o lavar las hortalizas evaluadas en estos estudios, se logra la inocuidad necesaria del alimento.



Fuente: INTA







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