ADAPTACIÓN, LA PALABRA CLAVE PARA ENFRENTAR LA INCERTIDUMBRE CLIMÁTICA

Ese fue el concepto principal que se desprendió del panel donde se analizaron los efectos del clima en los cultivos de invierno. En el Hotel Sheraton de Mar del Plata se pudieron escuchar algunos consejos para prevenir los riesgos meteorológicos


amanecer rural

En el clima, lo impredecible es la norma. Durante la última campaña los productores comenzaron a sembrar en suelo húmedo, el cultivo se desarrolló durante una de las sequías más duras de las últimas décadas y actualmente la persistente lluvia complica las labores de cosecha. Ante la incertidumbre climática, que el calentamiento global parecería estar acelerando, la adaptación parece ser la salida más clara para que los productores puedan sostener e incluso incrementar sus rendimientos y mitigar sus pérdidas económicas.

“Los cambios generan amenazas, pero también oportunidades”, avisó Guillermo García, investigador del CONICET y uno de los exponentes de la charla dedicada a visualizar el impacto del clima en los cultivos de invierno. “El clima ha cambiado y seguirá cambiando. Sabemos que vamos a experimentar mayores temperaturas y que se han modificado los patrones de precipitaciones con un alto nivel de incertidumbre. Por eso el concepto de adaptación me parece fundamental”, completó.

En ese sentido, los especialistas desplegaron una serie de estrategias para que los sistemas productivos sean menos vulnerables a la mayor variabilidad climática. “Sabemos que el manejo de suelo produce efectos positivos. Dentro de ciertos límites, podemos llegar a tener un relativo éxito con la rotación de cultivos y pasturas”, aseguró Ángel Menéndez, del Instituto Nacional del Agua. En tanto, para García la diversificación de cultivos en el tiempo es positiva y ayuda a descomprimir las napas, aunque es importante tener una noción de la escala espacial: “Las napas son un bien común y las acciones individuales tampoco van a generar un gran impacto”.

Por otro lado, la utilización de pronósticos de mediano plazo puede ayudar a los productores a reducir incertidumbres y contribuir en la toma de decisiones. “En Argentina falta aceitar este camino, porque hay muchos conocimientos científicos que no llegan de forma fluida al productor. Se trata de información que debería estar a tiempo en sus manos para que puedan determinar qué cultivo o qué material le conviene producir”, detalló Martin de Ambrosio, especialista en periodismo científico, quien dedicó gran parte de su exposición a explicar los alcances del calentamiento global.

“En nuestro país, la aceleración del cambio climático ha producido un crecimiento de las precipitaciones con variaciones interanuales. También se nota un incremento de las temperaturas, con mayor énfasis en el norte que en el sur. Y todo esto tiene consecuencias en la actividad productiva”, confirmó de Ambrosio. Por su lado, García expuso un trabajo realizado recientemente sobre las tendencias a largo plazo de las temperaturas nocturnas en la provincia de Buenos Aires con datos muy sugestivos. “Las temperaturas mínimas en gran parte de la región triguera han aumentado, con la consecuencia que el cultivo ha disminuido su rendimiento potencial con un menor número de granos. Pero llamativamente, en el centro y sur de la Provincia se ha dado un proceso inverso con un enfriamiento de la zona”, completó.

En tanto, el constante aumento de las precipitaciones anuales genera un incremento del nivel de las napas, lo que posibilita la mayor vulnerabilidad a las inundaciones. “Estas tendencias no son inexorables, pero las proyecciones indican que es un proceso que se extiende”, alertó Menéndez. Allí la realización de obras hidráulicas para el drenaje de la Cuenca del Río Salado es un gran aporte, aunque resulta insuficiente: “Hay que adaptarse a las condiciones extremas. No hay obra que pueda parar un fenómeno climático, pero sí mitigar algunos de sus efectos. Se debe diseñar un plan maestro que haga un análisis integral de manejo de la cuenca”.

Por último, el desarrollo y mejoramiento genético de materiales que provean una mayor tolerancia a los distintos escenarios climáticos debería estar al tope de las exigencias para los semilleros. Mientras que el seguro se ha convertido en una herramienta óptima para la socialización de pérdidas. Pero la tarea ahora es tratar de concebir seguros multiriesgos accesibles que transfieran el riesgo financiero y puedan ser efectivos contra las distintas y diversificadas emergencias climáticas.
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“En el clima no hay certidumbres y no se pueden descartar cambios en las tendencias. Por eso se debe tratar de generar todo tipo de medidas que vayan en distintas direcciones. Hay que contribuir a mitigar el cambio climático con mayor tecnología, buenas prácticas agrícolas y un manejo adecuado, que reduzca en lo posible los impactos. El camino es una producción lo más sustentable posible“, concluyó Menéndez.



Fuente: A todo trigo







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