El motor del agro comienza a traccionar más lento y corre riesgo de frenarse

Por el clima, el trigo ya perdió 2,2 millones de toneladas con respecto a las perspectivas iniciales. Los números de soja y maíz están ajustados y entrarían en rojo si se suben las retenciones.


amanecer rural

En un contexto en que los patentamientos cayeron casi 44 por ciento en lo que va del año, las pick ups marcan un desempeño mejor, con una baja de entre 26 y 33 por ciento, tomando como base los tres modelos más vendidos. Uno de ellos, la Toyota Hilux, es por lejos el vehículo que lidera el mercado, con 22.500 unidades, superando por amplio margen al Ford Ka, que totaliza 15 mil, según datos de la Asociación de Concesionarios de Automotores (Acara).

En octubre, el complejo aceitero y cerealero argentino liquidó casi 2.000 millones de dólares, la mayor cifra para ese mes en toda la historia, en un contexto de fuerte presión sobre la divisa estadounidense que llevó al Gobierno a incrementar el “cepo” cambiario.

Dos datos que se conocieron en las últimas horas y que constituyen botones de muestra del peso fundamental que el campo y la agroindustria tienen como motor de la economía argentina. Pero esta máquina de generar dólares comenzó a dar señales de deterioro que podrían complicar más el delicado escenario que atraviesa la economía argentina y en el que el agro es precisamente uno de los pocos sectores que salva la ropa. 

La primera señal de alerta es el impacto que el clima, fundamentalmente la falta de agua, ha tenido en la producción de trigo: la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, que a principios de la campaña estimaba 21 millones de toneladas del cereal, ahora proyecta 18,8 millones. 
Estas 2,2 millones de toneladas menos, con un precio FOB (libre de retenciones) que ronda los 200 dólares, significan más de 400 millones de dólares menos, justo en el inicio de una nueva gestión de Gobierno necesitada de recursos para sostener los desequilibrios fiscales y económicos. 

El maíz no explota

En este contexto, mientras avanzan las cosechadoras de trigo, también lo hacen las sembradoras de maíz y soja, los cultivos que son la mayor fuente de divisas que tiene la Argentina. 

Aquí, el problema es un escenario de precios internacionales muy por debajo del promedio de la última década y una expectativa de rendimientos en torno a la media, no extraordinarios como los que sucedieron durante la última campaña.

Una estimación teórica realizada por los investigadores Juan Manuel Garzón y Nicolás Torre, del Ieral de la Fundación Mediterránea, sostiene que un establecimiento de 500 hectáreas en Jesús María tendrá márgenes netos en el nuevo ciclo, inferiores a los de la temporada pasada. Y esto, sin tener en cuenta la posibilidad de que el nuevo Gobierno incremente los derechos de exportación, lo que podría llevar a la soja a niveles hasta 25 por ciento por debajo de su media histórica.
En el mismo tono opinó el analista económico, Salvador Di Stéfano. “Con el actual tipo de cambio, retenciones y estructura de costos, el negocio no es viable”, indicó. Según sus cálculos, en la zona núcleo y pagando un arrendamiento de 16 quintales por hectárea, la soja tiene un resultado de apenas 19 dólares por hectárea y el maíz, de 25 dólares. 
“Y este resultado final no tiene en cuenta el pago de impuestos a las ganancias y bienes personales, lo que implica que se trabaja para cambiar el dinero, no hay utilidad alguna”, manifestó.

Bajo este escenario, según Di Stéfano, ni siquiera el dueño del campo logra ganar dinero. “Se estaría llevando unos 389 dólares por hectárea, que parecen una suma importante, pero hay que descontarle impuesto a las ganancias y otros tributos, que dejan el saldo en apenas 130 dólares. Esto implica que la utilidad para el dueño del campo es del uno por ciento anual, irrisoria. Con los precios actuales y los altos impuestos, la rentabilidad del negocio es muy baja para el que entrega el campo en alquiler, y nula para el que trabaja la tierra”, evaluó”.



Fuente: Flavio Re







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