La agroindustria que viene y el país que queremos ser

El modelo que hizo al país competitivo en los alimentos deberá dar otro salto en los próximos 25 años.


amanecer rural

La iniciativa privada busca recuperar un lugar en la agenda de la gestión pública. El Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) –integrado por 53 entidades ligadas a la producción primaria y al agregado de valor, y lanzado hace menos de un mes a nivel nacional– y la flamante Mesa de la Producción de Córdoba –conformada por 12 entidades que representan al agro, a la construcción y a la industria– apuntan en esa dirección.
El desafío, por el que han fracasado otros colectivos similares, será cómo hacerse un lugar para que sus propuestas se conviertan en políticas de Estado.
Mientras buscan sinergia con el sector político, la agroindustria sigue debatiendo cuál será su futuro más allá de la pandemia. El interrogante por develar es saber si con el modelo de alta competitividad que hoy tiene el sector, en especial en el complejo oleaginoso, alcanzará para los próximos 25 años. A juzgar por lo escuchado durante la realización del foro Experiencia Idea Agroindustria 2020, que reunió a especialistas de la economía y de los agronegocios, el mundo establecerá cada vez más exigencias, que irán más allá de los productos con valor agregado.
“Creemos que estamos en un lugar donde la producción tiene mucha eficiencia, pero si vemos los precios de las materias primas, están bajos y siempre con la amenaza latente por el lado de la energías alternativas vinculadas al maíz, la soja y también el azúcar. Ahí es donde Argentina, con innovación, debe dar la batalla”, observó Gonzalo Ramírez Martiarena, ex-CEO Global de Louis Dreyfus, inversor y desarrollador de empresas de tecnología aplicadas al agro y la nutrición, durante su participación en el Pre Coloquio virtual.

Nuevas matrices
Según su visión, la matriz energética que impulsan los biocombustibles está muy atada a lo que suceda con el precio del petróleo y se ha visto muy vulnerable en los últimos tiempos.
Los próximos años también exigirán un cambio en la relación comercial con China. Si bien en los últimos cinco años las exportaciones de carne a ese destino crecieron, la balanza comercial con ese país todavía es deficitaria para Argentina.
“No alcanza con que China compre poroto de soja; tenemos que hacer que también adquiera harina de soja, producto del cual la industria argentina es el principal exportador mundial y representa un escalón más de valor agregado”, comentó Ivo Sarjanovic, trader internacional y especialista en agronegocios. Según sus cálculos, por cada tonelada de soja que se industrializa se agregan 60 dólares a su valor comercial.
Mientras se espera que el proyecto para traer inversores chinos para producir cerdos en el país salga a la luz, Sarjanovic es partidario de negociar con el gigante asiático una mayor exportación de maíz.
“Si bien es cierto que cuanto crezca la cantidad de madres la producción de cerdos va a demandar más maíz, también es cierto que mientras tanto podemos exportar el cereal a China; volumen hay de sobra”, indicó el consultor.
Con una mirada que va más allá de los bienes tangibles, la exportación de servicios tecnológicos vinculados al agro también podría contribuir a reforzar el modelo agroindustrial.
 



Fuente: Alejandro Rollán







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