Rotación de cultivos: una nueva mirada

Desde la Antigüedad, los agricultores cuentan con la rotación de cultivos como herramienta para mantener la productividad y proteger el suelo. Se sabe que, cuando se siembra la misma especie en un lote en forma sucesiva a lo largo de varios años, es frecuente que se observen reducciones en el rendimiento.


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Rotación de cultivos: una nueva mirada


Desde la Antig�edad, los agricultores cuentan con la rotación de cultivos como herramienta para mantener la productividad y proteger el suelo. Se sabe que, cuando se siembra la misma especie en un lote en forma sucesiva a lo largo de varios años, es frecuente que se observen reducciones en el rendimiento. Este efecto se debe a la autoinhibición o autotoxicidad — consecuencia de la acumulación de sustancias tóxicas producidas por el mismo cultivo o por los organismos que descomponen los residuos—, y al aumento de la presencia en el suelo de organismos patógenos (hongos, bacterias y nematodos) que utilizan al cultivo como fuente de alimento. Además, el monocultivo lleva al desbalance nutricional por extracción diferencial de los nutrientes del suelo. Frente a estos problemas, las rotaciones han servido como paliativo desde los orígenes de los cultivos. Otras ventajas de esta práctica es que mejora la oferta de hábitats para mantener la diversidad regional, y aumenta la estabilidad productiva de la región (Ghersa, 2006). A las rotaciones de cultivos adecuadas para cada ambiente se le puede sumar una intensificación en el uso de insumos, lo cual significa la selección de los más adecuados para cada situación, aplicados en tiempo, forma y cantidad correcta, lo cual conllevaría un menor efecto de los factores limitantes (fertilidad, agua) y de los factores reductores (insectos, enfermedades y malezas).

El diseño de sistemas agronómicos intensivos que contemplen tanto secuencias intensivas de cultivos, en cuanto a diversidad y tiempo de uso del suelo, como a intensificación en el uso de los insumos puede reducir la presencia de malezas, al crear condiciones desfavorables para su crecimiento.

En Monsanto, el Ing. Agr. Alberto Peper, junto con investigadores de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires y del INTA Pergamino, emprendió en 2014 un estudio de largo plazo que trata de tomar en cuenta todos estos factores, a la búsqueda de prácticas agronómicas que permitan incrementar rendimientos con una mayor eficiencia en el uso de recursos e insumos.

El objetivo es comparar los efectos de distintas alternancias de especies, con uso de cultivos de cobertura o barbecho, bajo dos sistemas agronómicos: el de manejo actual promedio (MAP) y un manejo intensificado sustentable (MIS). Se trata de un experimento con muchas variables (cinco secuencias de cultivo y dos niveles de intensificación), y a largo plazo: comenzó en 2014 y se espera que continúe hasta por lo menos 2022. La complejidad de las variables, junto con el volumen de datos, requiere una perspectiva científica para especificar las preguntas que pueden responderse con efectividad, y para formular hipótesis que serán puestas a prueba con los métodos estadísticos más apropiados.

Para el caso de la abundancia de malezas, hubo interacciones significativas entre los sistemas agronómicos, la siembra de cultivos de cobertura (CC) y las rotaciones. Al final de los cultivos de verano, las malezas tendieron a ser más abundantes en el sistema MAP con cultivo de cobertura, mientras que la abundancia fue menor en el sistema MIS sin CC. Además, independientemente del sistema agronómico, la abundancia de malezas fue mayor en las rotaciones con maíz en el último año. Esta observación concuerda con estudios anteriores que muestran que, en las rotaciones más comunes en la Pampa ondulada (maíz-soja-trigo/soja), los cultivos de maíz presentan mayor abundancia y riqueza de especies de malezas que en soja de 1ra o en el doble cultivo trigo/soja 2da (Poggio et al. 2013, Andrade et al. 2017). La riqueza de especies también difirió entre sistemas agronómicos: fue mayor en el manejo promedio que en el intensificado.

En general, las diferencias en la abundancia de malezas fueron más amplias entre los sistemas MIS y MAP cuando no tuvieron cultivos de cobertura, mientras que no hubo diferencias cuando se incluyeron CC en las rotaciones. Sin embargo, debe destacarse que los tratamientos con cultivos de cobertura necesitaron menos aplicaciones de herbicidas.

Así, las rotaciones con mayores niveles de intensificación y diversidad de cultivos reducirían el crecimiento de las malezas mediante la restricción en la disponibilidad de recursos y las condiciones ambientales (Liebman y Davis 2000), lo que limitaría el número de especies de malezas que podrían coexistir con los cultivos.

En publicaciones futuras, los investigadores buscarán analizar los resultados económicos y desarrollar indicadores de impacto ambiental. Como vemos, incluso en las áreas más “tradicionales” del agro queda mucho por investigar.

 



Fuente: Aapresid







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