Despidos en Agroindustria: un sector muy afectado

La creación del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, en el año 2009, luego del conflicto por la resolución 125, fue el resultado de una valorización del Estado al sector agroalimentario argentino. En aquel momento, con decisión política, el Estado argentino se puso al servicio de nuestros productores e industriales


amanecer rural

La creación del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, en el año 2009, luego del conflicto por la resolución 125, fue el resultado de una valorización del Estado al sector agroalimentario argentino. En aquel momento, con decisión política, el Estado argentino se puso al servicio de nuestros productores e industriales no solo desde el respaldo institucional a su trabajo, sino con un acompañamiento en el desarrollo y en la búsqueda de nuevos mercados para nuestros productos.

Aquella decisión implicó necesariamente la creación y la designación de una estructura orgánica acorde con los objetivos. Hasta ese momento, la Secretaría de Agricultura, dependiente del Ministerio de Economía de la Nación, contaba con un escaso número de empleados formalizados y un sinnúmero de agentes vinculados a través de contratos de locación de servicios. Lo que se hizo en nuestra gestión es formalizar a esos agentes a través del mecanismo de ley marco de empleo público, para garantizar derechos elementales de cualquier prestación laboral.

La equivocación sustancial que comete el actual Gobierno nacional es pensar que esos agentes están al servicio de la política, cuando en realidad están al servicio del sector agroindustrial, que durante años reclamó con justo derecho tener un lugar central en las decisiones estratégicas de una nación que debió entender que la producción de alimentos es nuestro mejor recurso.

Pero enfoquémonos en el presente, en 2017, pleno mandato del presidente Mauricio Macri, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), que está sufriendo un brutal ajuste en su planta de profesionales, logró la apertura de 26 nuevos mercados internacionales para 37 agroproductos argentinos. Exportaciones de langostinos hacia Australia; carne aviar a Canadá; uva fresca, arándanos y arvejas secas a China; bovinos y bubalinos en pie para reproducción a Egipto; lana ovina a Corea del Sur; semen equino a Japón y productos de la pesca a Túnez son algunos de ellos.

En diciembre del año pasado, la FAO, que es la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, destacó a la siembra directa, creada en Argentina con un respaldo fundamental del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), como la principal técnica de cultivo para el cuidado del suelo. En estos días, el propio INTA está enviando una misión de técnicos y científicos a África para explicar allí la siembra directa. En estos mismos días los máximos referentes del G20 del sector que pasaron por nuestro país querían saber, preguntaban, sobre la siembra directa.

Todo esto pasa en tiempos de Macri y Etchevehere, todo esto sucede mientras este Gobierno toma la decisión política de recortarle asistencia técnica y científica al sector agroindustrial. En el mundo nos piden soluciones para la alimentación de todos los habitantes del planeta, mientras puertas adentro les sacamos a nuestros productores la posibilidad de asistirlos en desarrollo y conocimiento.

Argentina se está pegando un tiro en los pies con el sector agroindustrial, con ese mismo sector que se sintió acompañado con profesionales formados en nuestro país y al servicio de nuestro país, con ese mismo sector que no quiere ver cómo les ponen un techo a sus sueños, sino que espera de nuestra política un cielo de oportunidades.

 

 

AUTOR:  Julián Domínguez

El autor fue ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación de 2009 a 2011



Fuente: infobae







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