Una “Niña” problemática

A su vez, todos los cultivos tienen un período crítico donde se define la mayor parte del rendimiento. En maíz, el establecimiento de condiciones de stress hídrico durante el mes en torno a la floración puede reducir drásticamente el número de granos fijados y afectar el peso de los mismos.


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Una “Niña” problemática


as prácticas de manejo entonces, deben apuntar a acumular y preservar el agua útil en el perfil del suelo y colocar este período crítico del cultivo en situaciones que minimicen el riesgo climático de padecer un stress hídrico.

En la región sur de la provincia de Santa Fe, como en gran parte de la zona núcleo pampeana, otra limitante climática importante para el maíz de primera es la ocurrencia de eventos prolongados de altas temperaturas (por encima de 30 y 35° C), conocidos popularmente “golpes de calor”. Las temperaturas por encima de 30° registradas durante la floración, afectan procesos muy sensibles como la viabilidad del polen, el crecimiento del carpelo y las divisiones celulares, limitando el número final de granos cuajados y el peso potencial del mismo. Temperaturas por encima de los 35°C, además, producen un grado variable de aborto de granos durante los días posteriores a la fecundación y afectan el índice de cosecha final.

El efecto de La Niña
La campaña 2017/18 de maíz de primera estuvo caracterizada por las condiciones climáticas que se instalan durante una fase cálida del fenómeno de El Niño – Oscilación Sur (ENOS) conocida como La Niña. Típicamente, La Niña implica precipitaciones menos frecuentes, de menor caudal e irregularidad en el patrón espacial de las mismas. Las temperaturas máximas y medias suelen ser más altas, con mayor frecuencia de golpes de calor. (Más información: http://climayagua.inta.gob.ar/que_es_el_fenomeno_el_ni%C3%B1o)

En este sentido, la Figura 1 muestra las anomalías que se registraron en las precipitaciones mensuales en la Estación Experimental Agropecuaria INTA Oliveros. A la salida del invierno y comienzos de la primavera, hubo precipitaciones mayores a las históricas que permitieron la implantación del maíz de primera con un perfil del suelo cargado; en cambio, a partir de octubre los registros siempre estuvieron por debajo, llegando a su punto mínimo durante los meses de enero y febrero.

Al cotejar la oferta de agua a través de precipitaciones con la evapotranspiración potencial (Figura 2), se puede observar que a partir de mediados de octubre el desfasaje fue mayor, y esto implicó que para alcanzar la demanda del cultivo debió participar en mayor proporción el agua proveniente del perfil del suelo. Cuando ésta no es suficiente, el cultivo comienza a experimentar un déficit hídrico que de prolongarse progresa hacia un stress hídrico con consecuencias sobre la producción.

 

 

En cuanto a temperaturas extremas, se pudo observar períodos prolongados con valores de temperatura máxima por encima de los 30°C, con picos de varios días por encima de 35°C. La Figura 3 muestra el porcentaje de días de cada década con registros de máxima por encima de ambos umbrales. Estas condiciones afectaron al rendimiento a través de reducción del tamaño de espiga, menor cuajado de granos y el peso de los mismos.

Rendimientos
Los primeros resultados de la Red de Oliveros y los lotes de producción cosechados recientemente, indican que los rendimientos de maíz de primera del sur de Santa Fe rondaron entre 5000 y 12000 kg/ha. También, hubo casos en los que se decidió destinar a silaje maíces que no habían fijado satisfactoriamente granos. Este gran rango de rendimientos se explica por la gran variabilidad de oferta ambiental que experimentaron los cultivos.

Como en toda fase Niña, las lluvias fueron irregulares y hubo mucha variación entre localidades, tanto en la frecuencia (número de eventos de precipitación) como de milímetros registrados. Estas diferencias, deben sumarse a lo acumulado previamente en el perfil del suelo, que en algunos casos alcanzó para cubrir déficits temporales en momentos críticos y en otros casos fue insuficiente, instalando situaciones de stress hídrico con consecuentes mermas de rendimientos. Situaciones de golpes de calor implicaron, en muchos casos, un agravante a la situación hídrica, produciendo abortos de granos y merma en el peso de los mismos. El grado de complejidad aumenta cuando consideramos la interacción entre la fecha de siembra, localidad, ciclo del híbrido y las prácticas de manejo que afectan la oferta y captura de recursos (fertilización, arreglo espacial, control de malezas, etc.).

Los rendimientos más altos correspondieron a lotes donde la influencia de la napa mantuvo una adecuada oferta hídrica durante los períodos críticos, y dado a que la radiación incidente fue mayor por menor frecuencia de días nublados, se pudo lograr un buen número de granos fijados con un peso normal de los granos.

 

Consideraciones finales
Los pronósticos actuales permiten predecir, con un buen grado de confiabilidad, la señal de El Niño – Oscilación Sur (ENOS) en sus tres fases (Niño, Niña y neutro). En una campaña Niña como la pasada, se evidencia que el estado de salud física de los suelos (por ejemplo, sectores compactados y capacidad de infiltración) y las prácticas de manejo orientadas a conservar el agua en el perfil, tienen un alto impacto en el resultado final. La fecha de siembra adecuada en años Niña es poco predecible ya que el patrón de variabilidad en frecuencia y milimetraje de las precipitaciones varió siempre que se presentó esta fase del ENOS. En general, la señal de la Niña pierde influencia al avanzar el verano, por lo que lo mejor es diferir la siembra hacia maíces tardíos. Sin embargo, en la campaña actual la señal se ha prolongado hasta el inicio del otoño, por lo que el panorama de los maíces tardíos es similarmente heterogéneo y se agrava la situación de los maíces de segunda.



Fuente: INTA







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