LAS BROCAS DEL ALGODÓN

En las últimas campañas muchos productores algodoneros tanto de zonas de riego como de secano de la región algodonera argentina se acercaron con algunos ejemplares de insectos a las agencias y experimentales del INTA preocupados por el hecho de que los insectos tenían aspecto, forma, colores dañando las plantas antes de que se produzcan los pimpollos.


amanecer rural

A pesar de que lamentablemente el picudo del algodón (Anthonomus grandis) está presente en la mayor parte del territorio algodonero argentino salvo las provincias de Córdoba y San Luis, los daños poco frecuentes que se observaban en los campos se correspondían con otros insectos que llamaremos en general como “brocas”, debido a que todos producen la perforación de galerías en el interior del tallo de la planta. 
En el país se han presentado ataques y daños de tres tipos de brocas: la principal y que se repite año tras año es la broca del algodonero aunque más propio sería llamarla broca de la raíz o del cuello (Eutinobothrus brasiliensis), la broca del ápice (Chalcodermus niger) y en mucha menor medida, la broca del tallo también conocida como picudo paraguayo o mochito (Conotrachelus denieri), estas dos últimas de aparición esporádica. Todas las brocas que atacan al algodón pertenecen al mismo orden (Coleoptera) y a la misma familia (Curculionidae) en coincidencia con el orden y familia a la que pertenece también, el picudo del algodonero.

BROCA DE LA RAÍZ 
También llamada broca del algodón comenzó a difundirse en el área algodonera Argentina a fines de la década del 60. En los ‘70 el área infestada abarcaba la región algodonera de secano, Formosa, Chaco, Corrientes y noreste de Santa Fe (Dpto. Gral. Obligado), extendiéndose a la zona de regadío de Santiago del Estero en la campaña agrícola 1981/82 y al Dpto. San Javier de la provincia de Santa Fe en la campaña 1984/85. La falta de información acerca de su manejo y control hizo que en la actualidad este ampliamente difundida por toda la región algodonera. 
Además del algodón ha sido mencionado en Brasil atacando a otras plantas de los géneros Hibiscus y Sida, aunque en Argentina no se han comprobado ataques sobre estos hospederos. 

Identificación y biología 
Las hembras desovan en las primeras siembras o en el mismo rastrojo, si este no ha sido destruido oportunamente, abriendo cavidades en el tegumento del tallo normalmente a la altura del cuello (zona de contacto entre la superficie del suelo y la planta) y coloca un solo huevo de  aproximadamente 0,6 mm de largo. Nemirovsky  indica que la época de postura comienza en septiembre y termina en mayo, extendiéndose el período de oviposición de cada hembra por unos 150 días y la hembra coloca un huevo por día pudiendo introducir varios huevos sobre la misma planta, aunque en diferentes lugares. Entre los 6 a 10 días posteriores a la oviposición, nace una larva ápoda (sin patas), de color blanco-cremosa y cabeza parda que alcanza en su último estadio un tamaño de 5 a 6 mm. El período larval se extiende unos 60 días en promedio y al completar los 5 estadios de su desarrollo deja de alimentarse y construye una pequeña celda en el interior del tallo que sella con excrementos y aserrín en donde transcurre el estado pupal que dura unos 15 días.
El adulto es un pequeño “cascarudo” de 5 mm con élitros pardos claros y la región que corresponde al tórax y cabeza de color pardo oscura en los estados inmaduros, mientras que en los estados maduros el insecto es completamente negro. Sus élitros presentan líneas longitudinales que las recorren en toda su extensión. Los adultos pueden vivir unos 200 días y permanecen dentro del tallo por unos 10 días hasta alcanzar la vitalidad ne-cesaria para salir al exterior por lo que es común abrir tallos y encontrar adultos inmaduros y aún maduros en su interior. Pasan el invierno protegidos en los restos del cultivo o se refugian en sectores no trabajados del terreno como alambrados, montes circundantes, o en rastrojos de siembra directa. Durante el día permanecen escondidos en grietas o lugares protegidos e inician su actividad al anochecer. 
El ciclo de huevo a adulto se completa en 70-75 días y pueden ocurrir hasta 4 generaciones por ciclo de cultivo. La primera generación se inicia a fines de Septiembre con una duración aproximada de 57 días, la segunda comienza a fines de Noviembre con una duración de 35 a 40 días, y la tercera, en los primeros días de Enero. A partir de ese momento, y de acuerdo con los estudios realizados, comienza a producirse una superposición de generaciones, por lo que resulta difícil delimitar las subsiguientes Cuando la primavera es más húmeda y lluviosa, de un modo general, los ataques de broca de la raíz son mayores.

Daños 
El adulto solo es responsable de pequeños daños al algodonero siendo el estado larval el que causa importantes perjuicios a las plantas. Los ataques siempre se inician por las borduras del cultivo que es la zona en donde se observan el mayor daño de plantas. 
Apenas emergen las plantas de algodón, los adultos son atraídos por el cultivo con el fin de alimentarse durante algunos días realizando perforaciones superficiales en el tallo e inclusive a veces orificios en las hojas. Con el desarrollo de las plantas y el comienzo de las posturas, los adultos restringen su actividad y alimentación a la porción del cuello de la planta. 
Los perjuicios principales son causados por las larvas que realizan galerías ascendentes o descendentes en el interior del tallo que impiden la circulación de la savia. Las larvas causan una hipertrofia y posterior necrosis de los tejidos de la región del cuello de la planta que interrumpe el transporte de nutrientes y agua, por lo que la planta queda subnutrida y comienza a marchitarse hasta morir. Si se realiza un corte longitudinal en dicha región se puede verificar la existencia de galerías en varias direcciones que en casos extremos causan la muerte de la planta.
La primera señal de daño en las plantas atacadas es el cambio de color de las hojas que adquieren un aspecto verde pálido con pérdida de turgencia en las horas más calientes del día, posteriormente la planta muestra claros signos de marchitamiento de las hojas de la porción superior, pudiendo ocurrir tanto en plantas jovenes como adultas, ya que los daños pueden presentarse en cualquier momento del ciclo de cultivo. Si el ataque es muy temprano muchas plantas mueren antes de alcanzar los 20 a 25 cm de altura y se produce una fuerte pérdida del stand de plantas. Si bien las plantas de algodón sobrevivientes pueden compensar la falla en las hileras con un mayor crecimiento, esto puede representar un inconveniente para el sistema de producción en surcos estrechos cuando la cosecha se hace con sistema stripper ya que parte de esa mayor biomasa proviene de la generación de ramas vegetativas en la porción inferior de la planta que se traban en los “dientes de la plataforma” aumentando los tiempos operativos de la cosechadora.
Si el ataque se produce con plantas más desarrolladas, las hojas marchitas cambian de color hasta enrojecerse totalmente y posteriormente secarse, pudiendo permanecer la planta erecta, inclinarse o inclusive, volcarse. Esta sintomatología puede aparecer también en la fase de maduración en donde se observarán capullos bien abiertos, capullos a medio abrir y cápsulas secas y sin apertura. 
Llegar al final del ciclo con plantas atacadas y secas representa un problema para los sistemas de cosecha al despojo (“stripper”) debido a que la agresividad del recolector quiebra las plantas en la base, las que a posteriori son elevadas por el avance de la máquina y quedan atascadas en la zona del embocador, obligando al operario a detener la cosechadora para la limpieza de la plataforma. Para el caso de cosecha picker si bien los daños son menores al anterior, también representan un inconveniente que obliga a frecuentes detenciones y limpiezas.
Normalmente el ataque comienza por los bordes como plantas aisladas pero que luego con el desarrollo de las posturas y de las generaciones, el daño se generaliza en sectores con 5 a 10 plantas atacadas en el mismo. Cuando la planta muestra la sintomatología descripta y está cercana a la muerte o inclusive ya seca, es posible identificar la zona de daño de este insecto en la planta mediante el intento de extraerla del suelo “tirando” hacia arriba de la porción media del tallo. Puede ocurrir que extraigamos solo la porción de tallo por encima de la zona de ataque (cuello) permaneciendo las raíces en el suelo y observar el daño en el extremo inferior del tallo. También puede ocurrir que la planta no se corte en el cuello y se la extraiga completa en cuyo caso encontraremos en la base del tallo de la planta un engrosamiento que al ejercer una cierta presión sobre la zona termina quebrándose, pudiéndose observar en el interior a las larvas y sus galerías con restos de aserrín y desechos, así como también la caverna pupal e inclusive algún adulto inmaduro.

Control 
Debido a lo difícil de realizar una previsión, aunque más no sea aproximada de posibles ataques de la broca de la raíz, todas las medidas adoptadas para el control de esta plaga deberán ser del tipo preventivas e implica la complementación de diferentes métodos de control. La historia de los ataques en años anteriores a los lotes será el mejor indicador sobre el potencial de infestación de esta broca ya que no se han establecido niveles de control para esta plaga. 
El control cultural adquiere una gran importancia para el manejo efectivo de este insecto mediante la destrucción adecuada de los rastrojos los que pueden ser portadores de una elevada población de larvas en distintos estadios de desarrollo. Es conveniente su destrucción inmediata a la cosecha para interrumpir el ciclo de vida y exponerlas a las adversidades ambientales y a la acción de los enemigos naturales. 
En ese sentido es muy conveniente el tratamiento mecánico de las plantas tratando de producir el mayor trozado posible de los tallos y su posterior incorporación mediante el pasaje de rastras. No es aconsejable la incorporación de los tallos enteros (sin picar) dado que las larvas completan el ciclo y los adultos pueden desplazarse hacia la superficie, aun en tallos enterrados a 20 cm de profundidad. El uso de insecticidas en la época de defoliación puede ser una alternativa interesante para la reducción de las poblaciones de las brocas en el área productiva, lo que adicionalmente contribuye a la lucha contra el picudo del algodonero. 
Otro método de control cultural de gran importancia y tal vez el más efectivo lo constituye la rotación de cultivos especialmente con gramíneas y oleaginosas debido a que esta plaga necesita desarrollar su ciclo en el cultivo de algodón. Normalmente a mayor cantidad de años con monocultivo de algodón, mayor es el porcentaje de daño de broca en el lote. Debe tenerse en cuenta que las plantas “voluntarias” de algodón que rebrotan o nacen en los cultivos que lo suceden en la rotación deben ser destruidas ya que permiten la multiplicación del insecto. 
Debido a que los puntos iniciales de ataque de estos insectos se ubican en los bordes de los lotes especialmente de aquellos cercanos a montes y reservorios de agua y a que los adultos de broca sobrevivientes de la entresafra son fuertemente atraídos por las primeras plantas que emergen, podría ser una buena estrategia la implantación de franjas trampas anticipadas para combatirlas. Las franjas trampas podrán ser de aproximadamente 500 m2 (10x50m), las que deben ser implantadas con 20 a 25 días de anticipación en las borduras del lote y en las proximidades de áreas de monte con vegetación que pueden servir de refugio a las brocas. Estas franjas anticipadas de cultivo son muy buenas indicadoras de la ocurrencia de un probable ataque y pueden señalizar el potencial de infección de las brocas al cultivo principal y son absolutamente necesarias si el cultivo se conduce en siembra directa. Las semillas utilizadas en estas franjas trampas deberán ser tratadas con insecticidas y fungicidas. A partir de la emergencia de las plantas, entre 5 y 7 días después, se deben iniciar las aplicaciones de insecticidas cada 7 a 10 días, hasta los 35-40 días de edad de las plantas. Las plantas de estas franjas con síntomas de ataque deberán ser arrancadas y destruidas con el fin de evitar la formación de una segunda generación de la plaga en el cultivo principal. 
Los lotes deben tener una adecuada preparación del suelo con por lo menos 45 días de anticipación, que permite la eliminación de los refugios y desaloja a los adultos de los mismos. Los cultivos deberán ser implantados en la época recomendada para cada región. Las siembras anticipadas son muy desaconsejables pues normalmente estos cultivos recibirán las mayores infecciones. 
En caso de verificarse ataques importantes en campañas anteriores, las siembras deberán ser realizadas con semillas tratadas con insecticidas sistémicos las que ofrecen una protección de entre el 50 al 70% de control de las brocas dependiendo del producto a ser utilizado y de las condiciones de humedad del suelo. Estos tratamientos deberán ser complementados con la aplicación de insecticidas hasta por lo menos los 30 días de edad de la planta. Santos y Santos (2005) en investigaciones llevadas a cabo en Brasil mencionan que el tratamiento de las semillas con los insecticidas Tiametoxam (2,8 g i.a/kg) e Imidacloprid (3,0 g i.a./kg) reduce la pérdida del stand de plantas, la cual fue cerca de 2,0 veces menor, en comparación con aquellos lotes sin tratamiento de insecticida en las semillas. Dos aplicaciones complementarias a partir de los 10 días de Clorpirifos (720 g i.a./ha) sobre las plantas emergidas provenientes de las semillas tratadas reducen la muerte de plantas en 7,3 a 7,7 veces, según el producto empleado. 
Una limitante en nuestro país lo constituye la falta de insecticidas registrados para el control de broca de la raíz, por lo cual en caso de ser necesario realizar aplicaciones se debería seleccionar un insecticida que esté registrado para otras plagas de algodón, como podría ser los recomendados para el control del picudo del algodonero.
También debe tenerse en cuenta el control biológico mediante enemigos naturales de esta plaga. Este control puede ser realizado por enemigos naturales pertenecientes a las familias Pteromalidae, Braconidae y Mymaridae, aunque mencionan que su eficacia de control es muy limitada debido a que la plaga se encuentra durante la mayor parte del ciclo en el interior de la planta. 

BROCA DEL APICE
También conocido como “podador” del algodón, existe poca información acerca de este pequeño insecto que se encuentra distribuido por Brasil, Bolivia, Colombia, Paraguay y Argentina. 
Si bien podemos considerarlo como un insecto que produce ataques ocasionales en plantas aisladas de algodón, su muy visible daño en el ápice de la planta genera gran atención en el productor aunque podemos establecer que los mismos no representan importancia económica para el algodón que a lo sumo detiene su crecimiento en altura. 
Entre los hospedantes alternativos, se menciona a la malva blanca y a la malva negra entre las plantas espontáneas que suelen ser atacadas por este insecto, suponiendo que se adaptó para atacar el algodón emigrando de algunas de las plantas indígenas de la familia Malváceas. Se señala para Brasil como plantas atacadas a Hibiscus esculentus, Malvastrum coromandelianum, Sida acura y Sida rhombifolia, especies que también están presentes en nuestro país. Adicionalmente en Argentina, se encontró a este insecto atacando otras plantas entre las que menciona a Althaca officinalis y a Malva silvestris y menciona que Chalcodermus es una especie polífaga que puede poner sus huevos en varias plantas de la familia Malváceas, las que a pesar de presentar diferencias en la morfología de los tallos siempre elige para la oviposición los brotes tiernos de las mismas.

Biología 
La hembra realiza una perforación con su pico a unos 10 cm del ápice del tallo en el interior del cual coloca un huevo de aspecto traslúcido, cilíndrico pero redondeado en sus extremos que necesita un período de 3 a 5 días para la eclosión en el Chaco argentino. La larva es típicamente curculionoidea de color blanco que se desenvuelve completamente dentro del tallo. Una vez que ha completado su desarrollo se dirige hacia el exterior, realiza un orificio en la pared del tallo y cae al suelo. Una vez en el suelo, la larva se mueve con rapidez y empieza a cavar en la superficie hasta enterrarse totalmente a una profundidad superior a los 10 cm donde construye una especie de capullo con las partículas de tierra y se transforma en pupa donde permanecen unos 30 a 40 días.
El adulto presenta un tamaño de 5 a 7 mm, es de coloración negro y presenta numerosas puntuaciones sobre sus élitros que son muy característicos para su identificación. Puede vivir largo tiempo y en condiciones naturales sobrepasa los 5 a 6 meses por lo que se supone que puedan tener pocas generaciones por campaña. El adulto perfora en numerosas ocasiones la porción superior del tallo de una manera muy particular y colocan los huevos en su interior para reiniciar el ciclo.

Daño 
La manifestación más visible de su ataque sobre plantas grandes se observa con un síntoma muy característico que es la presencia de numerosas perforaciones (5 a 12) en la porción terminal del tallo y en menor medida sobre brotes laterales, dispuestas de manera más o menos circular, una al lado de la otra, que al cabo de unos días produce el secado del brote terminal y de las ramas del tercio superior. Cuando se tira de ese brote seco, se desprende con facilidad pudiéndose observar en algunos casos a las larvas en el interior del tallo, formando galerías en sentido descendente, alimentándose de la parte central de la médula.
Probablemente las hembras permanecen largo tiempo poniendo huevos sobre la misma planta, escondiéndose durante el día y cambian de planta solamente cuando ella no ofrece más brotes susceptibles al daño. 
El adulto hace dos clases de perforaciones en el tallo. Unas se encuentran en diferentes partes del tallo siempre sueltas y constituyen las heridas hechas para su alimentación; las segundas están dispuestas en forma de anillo y siempre las realizan sobre la parte terminal de los brotes jóvenes y más raramente sobre los pecíolos de las hojas. Cada una de estas perforaciones conduce a un canal ligeramente curvado hacia derecha y/o hacia izquierda de manera que repitiendo esta operación varias veces, se generan puntos tan cercanos que terminan encontrándose, los que al unirse por sus partes terminales forman un canal central que conecta todas las perforaciones.
Una vez terminado el anillo de punturas, la hembra sube un poco más arriba y roe un canal que termina en la cámara ovalada en la cual pone un huevo. Cuando se compara con otras brocas cuyas larvas también viven en el tallo o inclusive con otros insectos, la oviposición de esta especie es una operación complicada que le insume mucho tiempo 
Lo primero que llama la atención es la circunstancia de que una gran parte de las heridas pasan por la región de los vasos conductores, lo que explica la marchitez muy rápida de los brotes atacados. Por otro lado la superficie de las heridas provoca una reacción de los tejidos adyacentes que se nutren con sustancias nutritivas para luego cicatrizarse mientras que en la parte próxima a la cámara con el huevo se acumulan elementos ricos en proteínas y carbohidratos lo que le permite a la larva alimentarse de estos tejidos a partir del nacimiento. 
Según observaciones llevadas a cabo en los campos de lo que a posteriori será la Estación Experimental Presidencia Roque Sáenz Peña determinó que las plantas atacadas por este insecto varían desde el 3 al 25% con un promedio del 7,6%, mientras que la cantidad de brotes atacados oscila entre el 0,15 y el 2,35%, siendo el promedio de 0,74% de los brotes totales, indicando estos resultados que los daños finales al cultivo son poco significativos. 
En tres años de observaciones (2013-14, 2014-15 y 2015-16) en diferentes campos algodoneros del área de riego del Río Dulce en la provincia de Santiago del Estero, el número de plantas dañadas no supero el 0,6%, mientras que si consideramos el número total de brotes atacados los daños máximos detectados no sobrepasaron el 0,03% (datos no publicados). 

Control 
No existe a la fecha un control efectivo que pueda recomendarse más allá de aquel que aconseja la destrucción de los rastrojos, la rotación de cultivos, la siembra en épocas recomendadas y fundamentalmente la destrucción de las malváceas salvajes en los terrenos destinados a la siembra con algodón que pueden servir de hospedero a este insecto. 

BROCA DEL TALLO

En Argentina donde es llamado también “picudito paraguayo” o “mochito del algodonero” solo se han verificado daños en la provincia de Formosa. 
La sintomatología de su ataque depende del estado de crecimiento del algodón. Si se produce temprano sobre plantas recién emergidas se caracteriza por el secado de la porción superior del tallo que provocaba su muerte mientras que si el ataque se produce en las primeras semanas, la planta por debajo del punto de secado, emite numerosos “falsos tallos” que le dan el característico aspecto de las plantas en candelabro, síntoma tan conocido por los productores cuando la capullera atacaba bien temprano antes de la aparición de los algodones BT. También ataca frutos en desarrollo causando su “momificación”.

Identificación y Biología 

El adulto es un pequeño insecto con forma de “picudo” de 4 a 6 mm que presenta una coloración ocre (aspecto terroso) con 2 manchas blancas o claras en el dorso. Su nombre vulgar “mochito” se debe a la corta longitud de su pico característica que permite diferenciarlo rápidamente del peligroso picudo del algodonero que presenta un pico muy largo. Tiene hábitos nocturnos y cuando es capturado se hace el muerto (tanatosis). 
La hembra con su pico realiza un pequeño orificio por debajo del tegumento del tallo de la planta en cuyo fondo coloca un solo huevo de color blanco que puede estar bajo el nivel del suelo si la planta está recién emergida o sobre el nivel del suelo si tienen más de 15 días. En ataques más tardíos a partir de los 70 días, la hembra coloca sus huevos entre la axila de la bráctea y la base de la cápsula. 
La eclosión de las larvas ocurre a los 3 a 5 días, son blancas y ápodas. Las larvas son muy sensibles al frío, presentando una elevada mortalidad cundo las temperaturas son menores a 4°C. Pasan por cuatro mudas y luego se tiran al suelo para empupar en una especie de cápsula de tierra. El ciclo es de 35 a 40 días aproximadamente y las dos o tres primeras generaciones transcurren en el tallo, mientras que las dos finales lo hacen en las cápsulas del algodón. 
Daño A partir de las áreas de refugio colindantes, los adultos penetran en los lotes de algodón después de la emergencia de las plántulas. Es por ello que inicialmente las infecciones se concentran en los bordes de los lotes, con los adultos alimentándose de las partes tiernas de la planta. 
Si la planta está recién emergida realizan perforaciones en la base de los cotiledones, colocan sus huevos, las larvas que de ellos nacen penetran a la médula (centro) del tallo y se dirigen hacia las raíces, acción que lleva a la muerte de la plántula por lo que ocasiona un perjuicio a la producción por medio de la reducción inicial del stand de plantas. 
Si el ataque se produce antes del pimpollado (20 a 30 días) las hembras colocan los huevos en la porción superior, la larva al nacer taladra la porción central del tallo de arriba hacia abajo ocasionando la pérdida de la porción terminal del tallo. Si las condiciones del ambiente son adecuadas se produce un brotamiento de las yemas axilares por debajo de la zona muerta lo que origina plantas conocidas como “plantas en candelabro”, similar al que produce la “capullera” (Complejo Heliothinae) en ataques muy tempranos. 
Las larvas también pueden atacar las cápsulas, penetrando por la porción inferior de las brácteas al interior del fruto, alimentándose principalmente de los tejidos interloculares de los carpelos sin alterar las fibras ni las semillas, aunque favorece las podredumbres interiores. La apertura de los capullos se ve perjudicada luego del ataque, debido a la presencia de diversas podredumbres. 
En Argentina, se mencionan en ataque tempranos, daños que oscilan desde un 68,2% hasta el 94,4% de plantas dañadas y/o muertas, tanto para cultivares BT como para cultivares no BT. Candía (1971) menciona un 11% de daños para los algodones de Bolivia. 
En ausencia de algodón, otras plantas hospederas pueden suplir sus necesidades alimenticias y de reproducción de la especie. Se menciona varias especies de Cienfuegosia sp. y de Thespesia sp. como hospedantes vegetales alternativos de este insecto.

Control 

La destrucción de los rastrojos y de las plantas voluntarias (“guachas”) es la principal medida de control cultural. 
Debido a que no existen productos químicos autorizados en el país para el control de este insecto, se aconseja que todas las técnicas indicadas para el manejo de la broca de la raíz también son recomendadas para el control de la broca del tallo. 
Al respecto, el control químico puede ser realizado preventivamente a través de un tratamiento de semillas con productos sistémicos (Carbofuran, Tiametoxan, Imidacloprid) en las fases iniciales. En ensayos llevados a cabo en Brasil se comprobó que la aplicación de sistémicos a la semilla protegió la emergencia, mientras que se registró hasta un 50% de daños en el testigo sin tratamiento. Este control preventivo debe complementarse con un control químico en las fases iniciales con el objetivo de reducir el daño, siendo necesaria la aplicación del insecticida en dos oportunidades para un adecuado control. 



Fuente: Ing. Agr. (M.Sc.) Mario Mondino







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