PASTURAS ESTIVALES

Las pasturas cultivadas estivales, son luego de la vegetación natural, el recurso forrajero más importante de los sistemas ganaderos del NEA.


amanecer rural

Las pasturas son utilizadas en estos sistemas de producción para cumplir determinados objetivos, como incrementar la receptividad de ambientes poco productivos, lograr ganancias de peso adecuadas en categorías críticas y producir reservas forrajeras. Como se comentó anteriormente, en muchos ambientes la vegetación natural tiene una baja productividad secundaria, ya sea por baja producción de forraje, como por deficiente calidad nutritiva y baja eficiencia de cosecha.
Los ambientes típicos a modificar son los bajos anegables como los malezales del este de Corrientes, que tienen menor productividad que los pastizales de loma y están compuestos en gran parte por especies de baja calidad como ciperáceas y gramíneas erectas de pajonal (paja amarilla, paja boba). También hay ambientes bien drenados en posición de loma dominados por especies de baja calidad y bajo aprovechamiento, como los espartillares (Elionorus muticus, Espartina argentinensis) y pajonales, presentes en toda la región. En estos ambientes, la producción de carne excepcionalmente supera los 100 kg PV/ha/año en recría y su utilización está muy ligada al uso del fuego.
Cuando la vegetación natural es reemplazada por una gramínea megatérmica implantada, se pueden lograr producciones de carne en recría de 200 a 300 kg PV/ha/año. Es importante que se trate de una especie adaptada, si se elige la especie adecuada y se hace un buen manejo de la implantación y el pastoreo, estas pasturas pueden tener más de 10 años de vida útil.
La inclusión de una pastura no solo puede incrementar la producción y receptividad, sino también lograr ganancias de peso superiores en categorías críticas. Una categoría importante en el sistema de cría es la vaquilla de reposición. Con las ganancias de peso que se pueden obtener con una pastura estival, se puede llegar al peso de entore entre los 18 a 24 meses de edad.
En la unidad de cría de la Estación Experimental Agropecuaria INTA Mercedes, se utilizó con éxito el pasto pangola (Digitaria decumbens) para realizar el primer servicio a los 24 meses de edad, lográndose en 9 años un promedio de 90 % de parición y 83 % de destete sobre el total de vaquillas entoradas.
Otra pastura cultivada de reproducción vegetativa, el pasto nilo (Acroceras macrum), se utilizó con éxito en un ambiente anegable (Malezal). En promedio de 6 años, se logró entorar el 91 % de las vaquillas recriadas (Braford 3/8) a los 18 meses de edad, con un peso de 299 kg/animal y un índice de preñez del 76 %.
Otras categorías con las cuales se podrían utilizar las pasturas serían terneros de destete precoz, vacas primíparas durante el primer parto y segundo servicio y novillitos de primer año en el caso de sistemas cría-recría.
Es importante para tener éxito en el uso de pasturas, elegir adecuadamente la especie para el ambiente que se quiere modificar. En la Figura 1, se define un gradiente de humedad y las distintas especies por semilla y trasplante vegetativo adaptadas a cada situación. A su vez, hay especies que pueden utilizarse en un contexto de bajo nivel de manejo y uso de insumos, como Setaria sphacelata, Brachiaria brizantha o B. humidícola, y otras que funcionan bien con un mayor nivel de intensificación como el Paspalum atratum (pasto cambá) o Panicum maximum (cv. Tanzania o Aruana).
 
PRODUCTIVIDAD PRIMARIA Y CALIDAD FORRAJERA
La productividad de estas pasturas en la región varía entre 4 y 20 toneladas de materia seca/ha/año, con valores entre 6 y 8 toneladas/ha/año para pasturas sin fertilizar con nitrógeno en años de precipitación normal y con un correcto manejo de la carga. Generalmente la productividad de las pasturas es muy alta el primer año pos implantación (> 10 toneladas/ha/año), y luego va disminuyendo ya que estas especies son muy extractivas en nutrientes y hay una caída en la disponibilidad de nitrógeno y fósforo.
El crecimiento, al igual que el campo natural es netamente estival, ya que la temperatura óptima de crecimiento de la mayoría de las especies es cercana a los 30ºC. La temperatura base de crecimiento, varía entre 8 y 18 ºC dependiendo de la especie. Setaria, grama rhodes y Panicum coloratum, tienen los menores requerimientos térmicos (temperatura base, 10 a 12ºC) mientras que el género Brachiaria tiene los mayores requerimientos (15 a 18 ºC).
Con respecto a la calidad nutricional, la misma es inferior en digestibilidad y contenido de nutrientes en comparación con pasturas templadas en igual estado fenológico (vegetativo, reproductivo). La mayor concentración de nutrientes se encuentra en las hojas, por lo que en aquellos momentos del año donde la oferta de hojas para los animales es mayor, habrá una mayor ganancia de peso vivo.

MANEJO DEL PASTOREO Y PRODUCCIÓN DE CARNE
Con respecto al sistema de pastoreo, estas pasturas se adaptan tanto a pastoreo rotativo como a continuo. Se deben respetar ciertas alturas mínimas de pastoreo para lograr persistencia en la pastura. En especies erectas como Setaria sphacelata o grama rhodes, no es conveniente bajar de 15 a 20 cm de altura en pastoreo continuo y de 15 cm de remanente en pastoreo rotativo. En especies rastreras como pasto pangola o pasto nilo, no es conveniente bajar de 10 cm de altura de pastoreo. En potreros grandes es preferible dividir la pastura para separar ambientes de distinta productividad, disminuir el tránsito de los animales y mejorar la distribución del pastoreo.
Independientemente del sistema de pastoreo (continuo o rotativo), lo que definirá la persistencia de la pastura será la altura de la misma. Una pastura con más de 20 cm de altura tiene suficiente superficie foliar como para realizar la fotosíntesis, mantiene tallos donde acumula reservas y un sistema radicular bien desarrollado, capaz de captar agua y nutrientes.
Cuando se somete la pastura a excesivo pastoreo la falta de hojas llevará a menor fotosíntesis, depleción de las reservas y disminución del volumen de raíces, lo que afecta progresivamente la producción de forraje. Para controlar la altura del forraje es necesario controlar la intensidad de pastoreo, y esto se logra manejando la carga animal.
La carga animal es la herramienta de manejo más importante para controlar la persistencia de la pastura y el desempeño de los animales. Es necesario conocer qué capacidad de carga tienen las pasturas disponibles, para asignar una cantidad de animales que permita buena ganancia de peso y buen manejo de la pastura.
En la EEA INTA Mercedes se evaluó durante 5 años en pastoreo continuo, el efecto de diferentes cargas en setaria (erecta) y pangola (rastrera) para establecer cuál es la carga adecuada en el ambiente de afloramientos rocosos. En estos ensayos se determinó que la carga media anual adecuada con novillos desde los 8 a 20 meses de edades, debería estar comprendida entre 1,2 y 1,7 novillos/ha (≈1,5 novillos/ha). Con dichas cargas se obtuvieron de 200 a 209 kg PV/ha/año y 167 a 123 kg/animal/año. Utilizando cargas superiores (2,2 novillos/ha) se pudo incrementar ligeramente la producción secundaria, pero afectando la persistencia de la pastura, especialmente en el caso de setaria.
En el caso de pangola la producción también disminuyó con el aumento de carga, aunque la pastura tuvo mayores posibilidades de recuperación por la presencia de guías a ras del suelo. En ensayos posteriores con pastoreo rotativo, se repitieron los resultados obtenidos en los ensayos en contÍnuo.
En el caso de contar con otros recursos alimenticios para los períodos de bajo crecimiento de las pasturas, es recomendable usar cargas variables a lo largo del año. Es decir, se puede bajar la carga en invierno o no utilizar la pastura cuando no crece, y elevarla en el período de activo crecimiento (primavera, verano y otoño).
El indicador para determinar si la carga es adecuada siempre será la altura de la pastura, es necesario corregir la carga si la altura decae abruptamente. En el caso de contar con pasturas que tienen una receptividad anual promedio de 1,5 cabezas/ha, y se plantea usar cargas variables a lo largo del año, se puede trabajar con 0,5 a 1 cabezas/ha en los 4 meses más fríos y 2 cabezas/ha el resto del año. Las cargas superiores de 3 a 5 cabezas/ha fueron utilizadas con éxito en períodos cortos (2 a 3 meses), aunque es necesario contar con alimentos suplementarios o reservas (subproductos, henos, silajes) para poder dar descanso a la pastura cuando baje peligrosamente su altura. Planteos con cargas altas son muy dependientes de las condiciones ambientales, en períodos lluviosos se puede sacar buen provecho del activo crecimiento de la pastura y evitar el encañado, pero ante un estrés hídrico el daño a la pastura y la caída en ganancia de peso individual de los animales pueden ser muy marcados.

RESERVAS DE PASTURAS ESTIVALES
La reserva de pasturas consiste en la clausura de potreros para la confección de heno o el diferimiento del forraje para su utilización en el período invernal. En el primer caso se henifica el excedente de la producción de los meses de noviembre, diciembre y parte de enero, y en el segundo se reservan los potreros en los meses de marzo, abril y parte de mayo. Es conveniente reservar especies con mayor proporción de hojas en relación a tallos y en el caso de diferir la pastura, aquellas más tolerantes al frío.
El trabajo realizado por Gándara y otros con pasto pangola diferido de otoño, se asignaron ofertas de 1.000, 2.000 y 3.000 kg MS/animal al inicio del período invernal de pastoreo. Se demostró que a medida que aumentaba la oferta de inicial de forraje, era posible pasar de una situación de mantenimiento a ganancia de peso en el primer invierno posdestete.
La explicación de la mayor ganancia de peso asociada a aumentos en la oferta inicial de forraje, es porque los animales tuvieron más probabilidades de seleccionar la fracción de forraje verde de la pastura diferida, que posee un mayor valor nutritivo que la fracción de material seco. En dicha experiencia, las partes verdes contenían alrededor de 7% de proteína bruta, mientras el material seco contaba con 4 a 5% de proteína bruta.
A partir de entonces, se planteó la reserva otoñal como una norma de manejo para planificar la utilización invernal de las pasturas y las estrategias de suplementación proteica para mejorar la eficiencia de utilización del forraje. Estudios sintetizaron experiencias con pasto dicantio diferido en el Chaco y Formosa, donde se reitera la importancia de esta práctica de manejo.
La reserva de la pastura para la conservación como heno, presenta el inconveniente que el corte y secado coincide con la época de precipitaciones. En el mes de enero, donde generalmente se presentan días secos, es el momento óptimo para la cosecha del forraje, se obtiene un heno de calidad con alta proporción de hojas, aunque la desventaja radica en que la producción es menor que si se difiere el corte hasta el otoño. En esta última estación, la cantidad de forraje acumulado es mayor, aunque de menor calidad nutritiva, porque se cosecha material encañado y las lluvias condicionan el secado.
En la Estación Experimental Agropecuaria del INTA Colonia Benítez se midió el consumo voluntario de henos, en vacunos en recría de 160 a 180 kg de peso. El consumo expresado como porcentaje de peso vivo del animal, varió de 1,37 a 2,89%. La amplia variación en el consumo dependió de la especie y del momento de corte. El consumo de heno de grama rhodes cortado en pleno rebrote temprano con mucha hoja, alcanzó 2,89 % del peso vivo, en comparación con un consumo de 2,23 % de la pastura henificada en estado de floración. En setaria el consumo varió de 1,50 a 2,20 % del peso vivo, en relación a la época de corte.
El uso de henos suplementados con fuentes proteicas y energéticas permitió mejorar la ganancia de peso de distintas categorías durante el invierno, como novillos de recría, vacas de invernada o vaquillas de reposición.

 



Fuente: Pablo Barbera

Este Artculo pertenece a Revista Amanecer Rural. Edicion .








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